miércoles, 23 de junio de 2010

PROPOSICION, DISCUSION, SANCION Y PROMULGACION DE LAS LEYES

SECCION VII

DE LA PROPOSICION, DISCUSION, SANCION Y PROMULGACION DE LAS LEYES

CAPITULO I

Artículo 133.- Todo proyecto de ley puede tener su origen en cualquiera de las dos Cámaras, a consecuencia de proposiciones hechas por cualquiera de sus miembros o por el Poder Ejecutivo por medio de sus Ministros, sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso 6º del artículo 85 y artículo 86.

Requerirá la iniciativa del Poder Ejecutivo todo proyecto de ley que determine exoneraciones tributarias o que fije salarios mínimos o precios de adquisición a los productos o bienes de la actividad pública o privada.

El Poder Legislativo no podrá aumentar las exoneraciones tributarias ni los mínimos propuestos por el Poder Ejecutivo para salarios y precios ni, tampoco, disminuir los precios máximos propuestos.

CAPITULO II

Artículo 134.- Si la Cámara en que tuvo principio el proyecto, lo aprueba, lo pasará a la otra para que, discutido en ella, lo apruebe también, lo reforme, adicione o deseche.

Artículo 135.- Si cualquiera de las dos Cámaras a quien se remitiese un proyecto de ley, lo devolviese con adiciones u observaciones, y la remitente se conformase con ellas, se lo avisará en contestación, y quedará para pasarlo al Poder Ejecutivo; pero si no las hallare justas, o insistiese en sostener su proyecto tal y cual lo había remitido al principio, podrá en tal caso, por medio de oficio, solicitar la reunión de ambas Cámaras, y, según el resultado de la discusión, se adoptará lo que decidan los dos tercios de sufragios, pudiéndose modificar los proyectos divergentes o, aún, aprobar otro nuevo.

Artículo 136.- Si la Cámara a quien fuese remitido el proyecto no tiene reparos que oponerle, lo aprobará, y sin más que avisarlo a la Cámara remitente, lo pasará al Poder Ejecutivo para que lo haga publicar.

Los proyectos de ley no sancionados por una y otra Cámara en la misma Legislatura, se considerarán como iniciados en la Cámara que los sancione ulteriormente.

Artículo 137.- Si recibido un proyecto de ley, el Poder Ejecutivo tuviera objeciones que oponer u observaciones que hacer, lo devolverá con ellas a la Asamblea General, dentro del plazo perentorio de diez días.

Artículo 138.- Cuando un proyecto de ley fuese devuelto por el Poder Ejecutivo con objeciones u observaciones, totales o parciales, se convocará a la Asamblea General y se estará a lo que decidan los tres quintos de los miembros presentes de cada una de las Cámaras, quienes podrán ajustarse a las observaciones o rechazarlas, manteniendo el proyecto sancionado.

Artículo 139.- Transcurridos treinta días de la primera convocatoria sin mediar rechazo expreso de las observaciones del Poder Ejecutivo, las mismas se considerarán aceptadas.

Artículo 140.- Si las Cámaras reunidas desaprobaran el proyecto devuelto por el Poder Ejecutivo, quedará sin efecto por entonces, y no podrá ser presentado de nuevo hasta la siguiente Legislatura.

Artículo 141.- En todo caso de reconsideración de un proyecto devuelto por el Ejecutivo, las votaciones serán nominales por sí o por no, y tanto los nombres y fundamentos de los sufragantes, como las objeciones u observaciones del Poder Ejecutivo, se publicarán inmediatamente por la prensa.

Artículo 142.- Cuando un proyecto hubiese sido desechado al principio por la Cámara a quien la otra se lo remita, quedará sin efecto por entonces, y no podrá ser presentado hasta el siguiente período de la Legislatura.

CAPITULO III

Artículo 143.- Si el Poder Ejecutivo, a quien se hubiese remitido un proyecto de ley, no tuviese reparo que oponerle, lo avisará inmediatamente, quedando así de hecho sancionado y expedito para ser promulgado sin demora.

Artículo 144.- Si el Ejecutivo no devolviese el proyecto, cumplidos los diez días que establece el artículo 137, tendrá fuerza de ley y se cumplirá como tal, reclamándose esto, en caso omiso, por la Cámara remitente.

Artículo 145.- Reconsiderado por las Cámaras reunidas un proyecto de ley que hubiese sido devuelto por el Poder Ejecutivo con objeciones u observaciones, si aquéllas lo aprobaren nuevamente, se tendrá por su última sanción, y comunicado al Poder Ejecutivo, lo hará promulgar enseguida sin más reparos.

CAPITULO IV

Artículo 146.- Sancionada una ley para su promulgación se usará siempre de esta fórmula:

"El Senado y la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, reunidos en Asamblea General, decretan:".

domingo, 20 de junio de 2010

REFORMA DE LA CONSTITUCION

SECCION XIX (...) DE LA REFORMA DE LA PRESENTE CONSTITUCION

(...)

CAPITULO III

Artículo 331.- La presente Constitución podrá ser reformada, total o parcialmente, conforme a los siguientes procedimientos:

A)

Por iniciativa del diez por ciento de los ciudadanos inscriptos en el Registro Cívico Nacional, presentando un proyecto articulado que se elevará al Presidente de la Asamblea General, debiendo ser sometido a la decisión popular, en la elección más inmediata.


La Asamblea General, en reunión de ambas Cámaras, podrá formular proyectos sustitutivos que someterá a la decisión plebiscitaria, juntamente con la iniciativa popular.


B)

Por proyectos de reforma que reúnan dos quintos del total de componentes de la Asamblea General, presentados al Presidente de la misma, los que serán sometidos al plebiscito en la primera elección que se realice.


Para que el plebiscito sea afirmativo en los casos de los incisos A) y B), se requerirá que vote por "SI" la mayoría absoluta de los ciudadanos que concurran a los comicios, la que debe representar por lo menos, el treinta y cinco por ciento del total de inscriptos en el Registro Cívico Nacional.


C)

Los Senadores, los Representantes y el Poder Ejecutivo podrán presentar proyectos de reforma que deberán ser aprobados por mayoría absoluta del total de los componentes de la Asamblea General.


El proyecto que fuere desechado no podrá reiterarse hasta el siguiente período legislativo, debiendo observar las mismas formalidades.


Aprobada la iniciativa y promulgada por el Presidente de la Asamblea General, el Poder Ejecutivo convocará, dentro de los noventa días siguientes, a elecciones de una Convención Nacional Constituyente que deliberará y resolverá sobre las iniciativas aprobadas para la reforma, así como sobre las demás que puedan presentarse ante la Convención. El número de convencionales será doble del de Legisladores. Conjuntamente se elegirán suplentes en número doble al de convencionales. Las condiciones de elegibilidad, inmunidades e incompatibilidades, serán las que rijan para los Representantes.


Su elección por listas departamentales, se regirá por el sistema de la representación proporcional integral y conforme a las leyes vigentes para la elección de Representantes. La Convención se reunirá dentro del plazo de un año, contado desde la fecha en que se haya promulgado la iniciativa de reforma.


Las resoluciones de la Convención deberán tomarse por mayoría absoluta del número total de convencionales, debiendo terminar sus tareas dentro del año, contado desde la fecha de su instalación. El proyecto o proyectos redactados por la Convención serán comunicados al Poder Ejecutivo para su inmediata y profusa publicación.


El proyecto o proyectos redactados por la Convención deberán ser ratificados por el Cuerpo Electoral, convocado al efecto por el Poder Ejecutivo, en la fecha que indicará la Convención Nacional Constituyente.


Los votantes se expresarán por "Sí" o por "No" y si fueran varios los textos de enmienda, se pronunciarán por separado sobre cada uno de ellos. A tal efecto, la Convención Constituyente agrupará las reformas que por su naturaleza exijan pronunciamiento de conjunto. Un tercio de miembros de la Convención podrá exigir el pronunciamiento por separado de uno o varios textos. La reforma o reformas deberán ser aprobadas por mayoría de sufragios, que no será inferior al treinta y cinco por ciento de los ciudadanos inscriptos en el Registro Cívico Nacional.


En los casos de los apartados A) y B) sólo se someterán a la ratificación plebiscitaria simultánea a las más próximas elecciones, los proyectos que hubieran sido presentados con seis meses de anticipación -por lo menos- a la fecha de aquéllas, o con tres meses para las fórmulas sustitutivas que aprobare la Asamblea General en el primero de dichos casos. Los presentados después de tales términos, se someterán al plebiscito conjuntamente con las elecciones subsiguientes.


D)

La Constitución podrá ser reformada, también, por leyes constitucionales que requerirán para su sanción, los dos tercios del total de componentes de cada una de las Cámaras dentro de una misma Legislatura. Las leyes constitucionales no podrán ser vetadas por el Poder Ejecutivo y entrarán en vigencia luego que el electorado convocado especialmente en la fecha que la misma ley determine, exprese su conformidad por mayoría absoluta de los votos emitidos y serán promulgadas por el Presidente de la Asamblea General.


E)

Si la convocatoria del Cuerpo Electoral para la ratificación de las enmiendas, en los casos de los apartados A), B), C) y D) coincidiera con alguna elección de integrantes de órganos del Estado, los ciudadanos deberán expresar su voluntad sobre las reformas constitucionales, en documento separado y con independencia de las listas de elección. Cuando las reformas se refieran a la elección de cargos electivos, al ser sometidas al plebiscito, simultáneamente se votará para esos cargos por el sistema propuesto y por el anterior, teniendo fuerza imperativa la decisión plebiscitaria.

viernes, 11 de junio de 2010

Filosofía : texto 09 10

Selección de Lecturas para FILOSOFÍA – Grupos: 6 º

Bolilla 1: “¿Dios o no Dios?- Texto 09/10

C. SAGAN - “Miles de millones”

¿Es, pues, cierto, o sólo vana fantasía?

EURÍPIDES, Yone, hacia el 410 a.c.

XIX – EN EL VALLE DE LAS SOMBRAS

Seis veces hasta ahora he visto la Muerte cara a cara, y otras tantas ella ha desviado la mirada y me ha dejado pasar. Algún día, desde luego, la Muerte me reclamará, como hace con cada uno de nosotros. Es sólo cuestión de cuándo, y de cómo. He aprendido mucho de nuestras confrontaciones, sobre todo acerca de la belleza y la dulce acrimonia de la mida, del valor de los amigos y la familia y del poder transformador del amor. De hecho, estar casi a punto de morir es una experiencia tan positiva y fortalecedora del carácter que yo la recomendaría a cualquiera, si no fuese por el obvio elemento, esencial e irreductible, de riesgo.

Me gustaría creer que cuando muera seguiré viviendo, que alguna parte de mí continuará pensando, sintiendo y recordando. Sin embargo, a pesar de lo mucho que quisiera creerlo y de las antiguas tradiciones culturales de todo el mundo que afirman la existencia de otra vida, nada me indica que tal aseveración pueda ser algo más que un anhelo.

Deseo realmente envejecer junto a Annie, mi mujer, a quien tanto quiero. Deseo ver crecer a mis hijos pequeños y desempeñar un papel en el desarrollo de su carácter y de su intelecto. Deseo conocer a nietos todavía no concebidos. Hay problemas científicos de cuyo desenlace ansío ver testigo, como la exploración de muchos de los mundos de nuestro sistema solar y la búsqueda de vida fuera de nuestro planeta. Deseo saber cómo se desenvolverán algunas grandes tendencias de la historia humana, tanto esperanzadoras como inquietantes: los peligros y promesas de nuestra tecnología, por ejemplo, la emancipación de las mujeres, la creciente ascensión política, económica y tecnológica de China, el vuelo interestelar.

De haber otra vida, fuera cual fuere el momento de mi muerte, podría satisfacer la mayor parte de estos deseos y anhelos, pero si la muerte es sólo dormir, sin soñar ni despertar, se trata de una vana esperanza. Tal vez esta perspectiva me haya proporcionado una pequeña motivación adicional para seguir con vida. El mundo es tan exquisito, posee tanto amor y tal hondura moral, que no hay motivo para engañarnos con bellas historias respaldadas por escasas evidencias. Me parece mucho mejor mirar cara a cara la Muerte en nuestra vulnerabilidad y agradecer cada día las oportunidades breves y magníficas que brinda la vida.

Durante años, cerca del espejo ante el que me afeito, he conservado, para verla cada mañana, una tarjeta postal enmarcada. Al dorso hay un mensaje a lápiz para un tal James Day, de Swansea Valley, Gales. Dice así:

Querido amigo:

Sólo unas líneas para decirte que estoy vivo y

coleando y que la paso en grande. Es magnífico.

Afectuosamente,

WJR

Está firmada con las iniciales casi indescifrables

de alguien llamado William John Rogers. En el

anverso hay una foto en color de una espléndida

nave de cuatro chimeneas y la mención

“Transatlántico Titanic de la White Star”. El

matasellos lleva la fecha del día anterior a aquel en

que el gran barco se hundió llevándose consigo más

de 1.500 vidas, incluída la del tal Rogers. Annie y yo

tenemos a la vista la tarjeta postal por una razón. Sabemos que “pasarlo en grande” puede ser un estado de lo más provisional e ilusorio. Así nos sucedió.

Disfrutábamos de una aparente buena salud, nuestros hijos crecían, escribíamos libros, habíamos emprendido nuevos y ambiciosos proyectos para la televisión y el cine, pronunciábamos conferencia y yo seguía consagrado a la más atrayente investigación científica.

Una mañana de finales de 1994, de pie junto a la tarjeta enmarcada, Annie advirtió que no había desaparecido de mi brazo una fea mancha de color negro azulado que llevaba allí muchas semanas. “¿Por qué sigue ahí?”, preguntó. Ante su insistencia, y un tanto de mala gana (las manchas negroazuladas no pueden ser graves, ¿verdad?), fui al médico para que me hiciese un análisis de sangre.

Tuvimos noticias de él pocos días más tarde, cuando nos hallábamos en Austin, Texas. Estaba preocupado. Resultaba evidente que en el laboratorio habían cometido un error. El análisis correspondía a la sangre de una persona muy enferma. “Por favor –me apremió-, hágase de inmediato un nuevo análisis”. Seguí su consejo. No había ningún error.

Mis glóbulos rojos, que llevan oxígeno a todo el cuerpo, y mis glóbulos blancos, que combaten las enfermedades, habían disminuido considerablemente. De acuerdo con la explicación más probable, se trataba de un problema con los hemocitoblastos, que, generados en la médula ósea, son los precursores habituales de glóbulos blancos y rojos. El diagnóstico fue confirmado por expertos en este campo. Yo padecía una enfermedad de la que nada había sabido hasta entonces: mielodispasia. Su origen es casi desconocido. Me asombró saber que, si no hacía nada, mi probabilidad de supervivencia era cero. Moriría en seis meses. Yo era activo y productivo. La idea de hallarme en el umbral de la muerte se me antojó una broma grotesca.

Sólo existía un medio conocido de tratamiento capaz de generar una curación: un trasplante de médula ósea, pero sólo funcionaría si encontraba un donante compatible. Aun entonces, habría que suprimir enteramente mi sistema inmunitario para que mi cuerpo no rechazase la médula ósea del donante. Sin embargo, una represión seria del sistema inmunitario podía matarme de varias otras maneras, por ejemplo, limitando mi resistencia a las enfermedades de tal modo que estuviese a merced de cualquier microbio que se cruzara en mi camino.

Por un instante pensé en no tomar ninguna medida y esperar a que el progreso de las investigaciones médicas encontrase una curación distinta; pero era la más tenue de las esperanzas.

Todas nuestras indagaciones acerca de adónde ir convergían en el Centro Fred Hutchinson de Investigaciones Oncológicas, de Seattle, una de las primeras instituciones del mundo en lo que se refiere a trasplantes de médula ósea. Allí trabajan muchos expertos en este campo, incluyendo a E. Donall Thomas, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1990. La gran competencia de médicos y enfermeras y sus excelentes cuidados justificaban plenamente el consejo que nos dieron de solicitar tratamiento en el “Hutch”.

El primer paso consistía en averiguar si podíamos hallar un donante compatible. Algunas personas jamás lo encuentran Annie y yo llamamos a mi única hermana, Cari, menor que yo. Me mostré reticente e indirecto. Cari ni siquiera sabía que estaba enfermo. Antes de que yo pudiera concretar, me dijo: “Cuenta con ello. Sea lo que sea…, el hígado…, los pulmones…, como si fuera tuyo. Todavía se me hace un nudo en la garganta cada vez que pienso en la generosidad de Cari. Sin embargo, no había ninguna garantía de que su médula ósea fuese compatible con lamía. Se sometió a una serie de análisis y, uno tras otro, los seis factores de compatibilidad encajaron con los míos. Resultaba la donante perfecta. Había sido increíblemente afortunado.

“Afortunado” es, sin embargo, un término relativo. Incluso con una compatibilidad perfecta, la probabilidad general de curación era aproximadamente de un 30%. Eso es como jugar a la ruleta rusa con cuatro balas en vez de una en el tambor del revólver; pero era, con mucho, lo mejor que podía haberme sucedido, y me había enfrentado en otro tiempo con perspectivas peores.

Hubo, como cabe suponer, muchos aspectos amedrentadores. Recuerdo una noche en que, siguiendo instrucciones de los médicos, me levanté a las dos de la madrugada y abrí el primero de los 12 tubos de plástico con tabletas de busulfano, un poderoso agente quimioterapéutico. En la bolsa se leía:

PRODUCTO QUIMIOTERAPÉUTICO

PELIGRO BIOLÓGICO

PELIGRO BIOLÓGICO

´TÓXICO

Elimínese como PELIGRO BIOLÓGICO

Una tras otra, me tragué 72 de aquellas píldoras. Era una cantidad mortal. Si no me practicaban pronto un trasplante de médula ósea, aquella terapia de supresión del sistema inmunitario acabaría por matarme. Equivalía a tomar una dosis fatal de arsénico o de cianuro con la esperanza de que me proporcionaran a tiempo el antídoto adecuado.

Los medicamentos para neutralizar mi sistema inmunitario ejercieron unos cuantos efectos indeseados. Padecí náuseas moderadas de manera continua, pero contaba con otros medicamentos que las controlaban y así podía incluso trabajar algo. Se me cayó casi todo el pelo, lo cual, unido a mi posterior pérdida de peso, me dio una apariencia un tanto cadavérica. Sin embargo, me sentí mejor un día en que Sam, nuestro hijo de cuatro años, dijo al verme: “un buen corte de pelo, papá”. Y añadió: “no tengo ni idea de lo que te pasa, pero estoy seguro de que te pondrás bien”.

Aunque estaba convencido de que el trasplante en sí resultaría muy doloroso, no lo fue en absoluto. Como si de una simple transfusión de sangre se tratara, las células de la médula ósea de mi hermana se encargaron de encontrar el camino hacia la mía.

Algunos aspectos del tratamiento fueron extremadamente angustiosos, pero existe una especia de amnesia traumática merced a la cual cuando todo termina uno casi llega a olvidarse del dolor. El Hutch sigue una política liberal en la automedicación con analgésicos, incluyendo derivados de la morfina; de ese modo podía combatir de inmediato un sufrimiento intenso cuando se presentaba. Eso hizo la experiencia mucho más soportable.

Al final del tratamiento, mis glóbulos, tanto los rojos como los blancos, procedían principalmente de Cari., Los cromosomas sexuales era XX, en lugar de XY como en el resto de mi organismo. Por mi cuerpo circulaban células y plaquetas femeninas. Esperé que algunas de las características de Cari empezaran a manifestarse, como, por ejemplo, su pasión por la equitación o por asistir a media docena de representaciones teatrales seguidas, pero jamás sucedió.

Annie y Cari salvaron mi vida. Siempre agradeceré su amor y su ternura. Tras salir del hospital, necesité toda clase de asistencia, incluyendo medicinas administradas varias veces al día por medio de un catéter introducido en mi vena cava. Annie era mi “cuidadora autorizada”; se encargaba de darme los medicamentos de día y de noche, de cambiar los apósitos, de comprobar las constantes vitales y de aportar un aliento esencial. Las perspectivas de quienes ingresan solos en un hospital son, comprensiblemente, peores.

Por el momento había salvado la vida gracias a las investigaciones médicas. En parte no era otra cosa que investigación aplicada, tendente a ayudar a la curación o mitigar directamente enfermedades mortales, pero por otra se trataba de investigación básica, concebida sólo para entender cómo operan las cosas vivas, sin renunciar por ello a imprevisibles beneficios prácticos.

También me salvé gracias a los seguros médicos de la Universidad de Cornell y, en calidad de cónyuge de Annie, de la Writers Guild of America, la organización de autores de películas, televisión, etc. Existen decenas de millones de personas en Estados Unidos sin semejantes seguros médicos. ¿Qué habríamos hecho en su caso?

En mis textos he tratado de mostrar cuán estrechamente emparentados estamos con otros animales, qué cruel es inflingirles dolor y qué bancarrota moral significa matarlos para, por ejemplo, fabricar lápices de labios. Aun así, como señaló el doctor Thomas al recibir su premio Nobel: “El injerto de médula no podría haber logrado aplicación clínica sin la investigación en animales, primero con roedores endógamos y luego con especies exógamas, sobre todo el perro”. Esta cuestión me crea un gran conflicto, ya que de no haber sido por la investigación con animales hoy no estaría vivo.

De modo, pues, que la vida volvió a la normalidad. Nuestra familia, Annie y yo regresamos a Ithaca, Nueva York, donde residimos. Terminé varios proyectos de investigación y leí las últimas pruebas de mi libro El mundo y sus demonios. Nos reunimos con Bob Zemeckis, el director de Contacto, la película de la Warner Brothers basada en mi novela, para la que Annie y yo habíamos escrito un guión y en la que participábamos como coproductores. Iniciamos algunos nuevos proyectos para la televisión y el cine. Participé en las primeras etapas de la aproximación a Júpiter de la sonda espacial Galileo.

Si había una lección que yo había aprendido muy bien, era que el futuro es imprevisible. Como tristemente iba a descubrir William John Rogers, tras haber escrito a lápiz su optimista mensaje mientras navegaba por el Atlántico septentrional, no hay modo de saber qué nos reserva el futuro, ni siquiera el más inmediato. Así, tras varios meses en casa (mi pelo creció de nuevo, recobré mi peso, el número de glóbulos rojos y blancos volvió a ser el normal y me sentía perfectamente), uno de los rutinarios análisis de sangre me arrebató la esperanza.

“Lamento decirle que tengo malas noticias”, declaró el médico. Mi médula ósea había revelado la presencia de una nueva población de células peligrosas que se reproducían rápidamente. A los dos días, mi familia y yo regresamos a Seattle. Escribo este capítulo desde mi cama de hospital en el Hutch. Gracias a un procedimiento experimental recientemente descubierto, han determinado que esas células anómalas carecían de una enzima necesaria para protegerlas de dos agentes quimioterapéuticos habituales que no me habían aplicado antes. Tras un tratamiento con esos agentes, no encontraron en mi médula más células anómalas. Con el fin de eliminar las que pudiesen haber quedado) pues se reproducen a toda velocidad) sufrí otros dos tratamientos de quimioterapia, a los que seguirían más células de mi hermana. Una vez más había recibido, al parecer, lo mejor para una curación completa.

Ante el espíritu destructivo y la miopía de la especie humana, todos tendemos a desesperarnos, y yo, por motivos que aún considero muy fundados, no soy precisamente la excepción.

Sin embargo, uno de los descubrimientos de mi enfermedad es la extraordinaria comunidad de bondad a la que deben sus vidas las personas en mi situación.

Hay más de dos millones de estadounidenses inscritos voluntariamente en el Programa Nacional de Donantes de Médula, todos ellos dispuestos a someterse en beneficio de un perfecto desconocido a una extracción medular más bien molesta. Millones más contribuyen con su sangre a la Cruz Roja americana y otras instituciones de donantes sin remuneración alguna, ni siquiera un billete de cinco dólares, con el fin de salvar una vida anónima.

Científicos y técnicos trabajan año tras año con grandes obstáculos, salarios a menudo bajos y sin la menor garantía de éxito. Tienen muchas motivaciones, pero una es la esperanza de ayudar a otros, de curar enfermedades, de parar los pies a la muerte. Cuando tanto cinismo amenaza con ahogarnos, resulta alentador recordar cuánta bondad hay por doquier.

Cinco mil personas rezaron por mí en los oficios de Pascua en la catedral de San Juan el Divino de la ciudad de Nueva Cork, la iglesia más grande de la cristiandad. Un sacerdote hindú describió una gran vigilia de oración por mí a orillas del Ganges. El imán de Norteamérica rezó por mi restablecimiento. Muchos cristianos y judíos me escribieron para notificarme las suyas. Aunque no creo que Dios, de existir, alterase debido a la oración los planes, me siento agradecido más allá de toda ponderación a aquellos –incluyendo tantos a quienes nunca conocí- que oraron por mi restablecimiento.

Muchos me han preguntado cómo es posible enfrentarse a la muerte sin la certeza de otra vida. Sólo puedo decir que esto no ha constituido un problema. Con alguna reserva acerca de las “almas débiles”, comparto la opinión de mi héroe, Albert Einstein:

No logro concebir un dios que premie y castigue a sus criaturas o que posea una voluntad del tipo que experimentamos en nosotros mismos. Tampoco puedo ni querría concebir que un individuo sobreviviese a su muerte física; que las almas débiles, por temor o absurdo egotismo, alienten tales pensamientos. Yo me siento satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con un atisbo de la estructura maravillosa del mundo existente, junto con el resuelto afán de comprender una parte, por pequeña que sea, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.

POST SCRIPTUM

Mucho ha sucedido desde que escribí este capítulo hace un año. Salí del Hutch, regresamos a Ithaca, pero al cabo de pocos meses la enfermedad reapareció. En esta ocasión fu mucho más penosa, quizá porque mi cuerpo se hallaba debilitado a causa de las terapias anteriores, pero también porque el condicionamiento previo al trasplante exigía que mi cuerpo fuese sometido a radioterapia. De nuevo, me acompañó a Seattle mi familia. De nuevo, recibí en el Hutch la misma asistencia experta y afectuosa. De nuevo, Annie se mostró magnífica en su modo de alentarme. De nuevo, mi hermana Cari reveló su generosidad ilimitada en la donación de su médula ósea. De nuevo, me vi rodeado por una comunidad de bondad. En el momento en que escribo –aunque quizá tenga que cambiarlo en las pruebas de imprenta- el pronóstico es el mejor de los posibles: todas las células detectables de la médula ósea son células donadas, XX, células femeninas, células de mi hermana. No hay células XY, células anfitrionas, células masculinas, células que promovieron la enfermedad original. Hay personas que sobreviven años incluso con un pequeño porcentaje de sus células anfitrionas. Aun así, sólo en un par de años estaré razonablemente seguro. Hasta entonces, sólo me resta la esperanza.

Seattle, Washington

Ithaca, Nueva York

Octubre de 1996

Filosofía : texto 08 10

Selección de Lecturas para FILOSOFÍA – Grupos: 6 º

Bolilla 1: “¿Dios o no Dios? - Texto 08/10

F. NIETZSCHE – “La gaya ciencia”

«La gaya ciencia» nos sitúa en el umbral del pensamiento nietzscheano, pues en ella Nietzsche aún está ensamblando lo que constituirá la mayor peculiaridad de su obra. En el mismo escribir, fragmentario y vacilante, se ven surgir los temas que después estarán en el centro de su filosofía. Ya había atravesado el profundo valle del que injustamente se ha dicho a menudo que era su profeta: el nihilismo, tan estrechamente ligado a la creencia positivista de la ciencia, como a la creencia metafísica del cristianismo. Por esto, en este libro ambos constituirán el blanco de su lucha contra el desdoblamiento del mundo, contra «toda metafísica y física que supone un final ... todo anhelo predominantemente estético o religioso en un mundo aparte, un más allá».


iDios ha muerto! iY somos nosotros los que le hemos dado muerte! ¿Cómo nos consolaremos nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua purificarnos? ¿Qué explicaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? La grandeza de este acto ¿no es demasiado grande para nosotros? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso, y las generaciones futuras pertenecerán, por virtud de esta acción, a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia (…).

Quizá nos encontremos aún demasiado impresionado por las “primeras consecuencias” de este acontecimiento; y estas primeras consecuencias, al contrario de lo que pudiera quizá esperarse, no nos parecen en modo alguno ni tristes ni sombrías, sino, por el contrario, como una especie de luz nueva, difícil de describir: como una especia de felicidad de aligeramiento, de serenidad, de esperanza. En efecto, nosotros, filósofos y “espíritus libres”, al saber que el “antiguo Dios ha muerto”, nos sentimos iluminados por una nueva aurora: nuestro corazón desborda de agradecimiento, de asombro, de aprensión y de esperanza; por último, el horizonte nos parece libre de nuevo, aun admitiendo que no esté claro, y, en fin, nuestros barcos pueden darse a la vela, bogar ante el peligro; todos los acasos del que busca el conocimiento son lícitos de nuevo; “nuestra” pleamar, se abre de nuevo ante nosotros, y quizá no ha habido nunca una mar tan “plana” (…).

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F. NIETZSCHE – “La gaya ciencia”, tomado de C. Fernández ´Los filósofos modernos´



Análisis nihilista

La diversidad de formas concretas que adopta el fenómeno religioso y las grandes diferencias que separan a unas de otras han llevado a criticar la objetividad de la religión, a considerarla más bien como un producto de la fantasía humana. Así, Federico Nietzsche (1844-1900) rechaza cualquier pretensión de verdad que pueda ofrecer la religión y considera que ninguna contiene una sola verdad. La religión nació de las angustias y de las necesidades del hombre individual y se deslizo posteriormente en la existencia a través de los errados caminos de la razón.

Considera a Dios como una dimensión de la existencia humana proyectada fuera de sí misma. Interpreta al cristianismo, por sus orígenes orientales, como una rebelión de los esclavos contra sus señores, como una inversión de los valores religiosos de Grecia y de Roma, como una “neurosis religiosa” que ha hecho triunfar la moral de los esclavos sobre la moral de los señores. La fe cristiana supone el sacrificio de toda libertad, el sometimiento, escarnio y mutilación de sí mismo.

Con la revolución Francesa se produjo la última gran rebelión de esclavos. Nietzsche anuncia el superhombre, para el que lo trascendente ya no tiene sentido, “Dios ha muerto”. Lo que tiene sentido es lo mundano, la vida misma, que no necesita de ningún apoyo fuera de sí. Los mismos hombres que crearon a Dios lo han asesinado para iluminar una nueva aurora, un horizonte libre.

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Tomado de Apuntes de Filosofía, AA.VV., Paradigma 1

nihilismo.

(Del lat. nihil, nada, e -ismo).

1. m. Negación de todo principio religioso, político y social.

2. m. Fil. Negación de toda creencia.

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Tomado del Diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es)



Filosofía : texto 07 10

Selección de Lecturas para FILOSOFÍA – Grupos: 6 º

Bolilla 1: “¿Dios o no Dios?- Texto 07/10

MARX, K. – “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”


Análisis marxista

La religión está presente en todas las culturas bajo multitud de formas institucionalizadas. Esta institucionalización tiene un carácter ideológico que ha sido criticado en todas las etapas de la historia de la filosofía y especialmente por K. Marx (1818-1883), al señalar la miseria real en la que vivía el pueblo creyente oprimido en contraste con los poderosos interesado en conservar esa miseria y explotación.

La religión es considerada como una “superestructura”, como una ideología o instrumento al servicio de una clase que adquiere una serie de privilegios, la clase sacerdotal o la de aquellos que actúan b ajo su protección y consentimiento, la clase dominante.

En la crítica de K. Marx a la religión hay base humanista radical. Ya no se trata simplemente de que el hombre se encuentre a sí mismo, sino de liberarlo de la miseria y de la explotación en la que se encuentra sumido. La alienación no es sólo del hombre sino también de la sociedad y de la historia. La religión refleja las relaciones económicas de producción y desaparecerá una vez que el proceso revolucionario transforme el orden económico clasista que la alimenta.

Tomado de Apuntes de Filosofía, AA.VV., Paradigma 1


La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real y, de otra parte, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo.

La superación de la religión como la dicha ilusoria del pueblo es la exigencia de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de cosas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones. La crítica de la religión es, por lo tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad.

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Tomado de K. Marx – En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel



Keywords

miseria. (Del lat. miserĭa).

1. f. Desgracia, trabajo, infortunio.

2. f. Estrechez, falta de lo necesario para el sustento o para

otra cosa, pobreza extremada.

opio. (Del lat. opĭum, y este del gr. όπιον).

1. m. Sustancia estupefaciente, amarga y de olor fuerte, que

resulta de la desecación del jugo que se extrae de las

cabezas de adormideras verdes.

2. m. Arg. y Ur. rollo (‖ persona o cosa que resulta

aburrida).

ilusión.

(Del lat. illusĭo, -ōnis).

1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera

realidad, sugeridos por la imaginación o causados por

engaño de los sentidos.

2. f. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente

atractivo.

superestructura.

1. f. En el marxismo, ideas, instituciones características de una sociedad y que surgen de su base económica.

religión. (Del lat. religĭo, -ōnis).

1. f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad,

de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de

normas morales para la conducta individual y social y

de prácticas rituales, principalmente la oración y el

sacrificio para darle culto.

2. f. Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido.

3. f. Profesión y observancia de la doctrina religiosa.

4. f. Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber. La

religión del juramento.

5. f. orden (‖ instituto religioso).

~ católica.

1. f. Confesión cristiana regida por el Papa de Roma.

~ natural.

1. f. La descubierta por la sola razón y que funda las

relaciones del hombre con la divinidad en la misma

naturaleza de las cosas.

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Tomado del Diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es)