miércoles, 6 de octubre de 2010

Filosofía: 18 10

Selección de Lecturas para FILOSOFÍA – Grupos: 6 º

Bolilla 2: “Ética (La vida buena) - Texto 18/10

RODÓ, J. E. - “Motivos de Proteo”


El primero y más grande de los Ptolomeos se propuso levantar, en la isla que tiene a su frente Alejandría, alta y soberbia torre, sobre la que una hoguera, siempre viva fuese señal que orientara al navegante y simbolizase la luz que irradiaba de la ilustre ciudad. Sóstrato, artista capaz de un golpe olímpico, fue el llamado para trocar en piedra aquella idea. Escogió blanco mármol; trazó en su mente el modelo simple, severo y majestuoso. Sobre la roca más alta de la isla echó las bases de la fábrica, y el mármol fue lanzado al cielo mientras el corazón de Sóstrato subía de entusiasmo tras él. Columbraba allá arriba, en el vértice que idealmente anticipaba, la gloria. Cada piedra, un anhelo; cada forma rematada, un deliquio. Cuando el vértice estuvo, el artista, contemplando en éxtasis su obra, pensó que había nacido para hacerla. Lo que con genial atrevimiento había creado era el Faro de Alejandría, que la antigüedad contó entre las siete maravillas del mundo. Ptolomeo, después de admirar la obra del artista, observó que faltaba al monumento un último toque, y consistía en que su nombre de rey fuera esculpido, como sello que apropiase el honor de la idea, en encumbrada y bien visible lápida. Entonces Sóstrato, forzado a obedecer, pero celoso en su amor por el prodigio de su genio, ideó el modo de que en la posteridad, que concede la gloria, fuera su nombre y no el del rey el que leyesen las generaciones sobre el mármol eterno. De cal y arena compuso para la lápida de mármol una falsa superficie, y sobre ella extendió la inscripción que recordaba a Ptolomero; pero debajo, en la entraña dura y luciente de la piedra, grabó su propio nombre. La inscripción que, durante la vida del Mecenas, fue engaño de su orgullo, marcó luego las huellas del tiempo destructor; hasta que un día, con los despojos del mortero, voló, hecho polvo vano, el nombre del príncipe. Rota y aventada la máscara de cal y arena, se descubrió, en lugar del nombre del príncipe, el de Sóstrato, en gruesos caracteres, abiertos con aquel encarnizamiento que el deseo pone en la realización de lo prohibido. Y la inscripción vindicatoria duró cuando el mismo monumento; firme como la justicia y la verdad; bruñida por la luz de los cielos en su campo eminente; no más sensible que a la mirada de los hombres, al viento y a al lluvia.

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ. Nacido en Montevideo el 15 de julio de 1871, fue educado en el Colegio Elbio Fernández que fundara José Pedro Varela. Su principal obra “Ariel” apareció en 1900.

Lo que Rodó señala es la necesidad de que las personas se superen en los planos del intelecto y el gusto por las cuestiones superiores de la cultura, que en consecuencia se reconozca que esa superioridad existe, y no se sustente una igualdad al nivel de la chabacanería y la vulgaridad; es decir, que se produzca en los hechos lo que ha recogido nuestra Constitución en cuanto a que, además de no reconocerse otras diferencias que las emanadas de los talentos y las virtudes, efectivamente se reconozca que no todos los hombres son iguales en punto a sus talentos y virtudes, y esas diversidades sean traslucidas en la consideración efectiva de su valor en los distintos individuos.

Ocupó una banca de diputado en el Parlamento nacional por dos períodos. Actuó como periodista y profesor de literatura. Falleció en Palermo, Italia, el 1º de mayo de 1917. Sus restos fueron repatriados e incorporados al Panteón Nacional el 1920.

La historia. El arquitecto Sóstrases de Cnido recibió en el 279 a.C. un encargo del rey Ptolomeo Filadelfo para construir una torre en la isla de Faros, frente a Alejandría. Su finalidad sería servir de guía para los navegantes hacia la entrada del puerto más importante de la época.

Grandes bloques de vidrio fueron utilizados como cimientos intentando aumentar la solidez y resistencia contra la fuerza del mar. Bloques de mármol unidos con plomo fundido constituyeron el resto del edificio, de forma octogonal sobre una plataforma de base cuadrada, hasta alcanzar una altura de 134 metros.

Sobre la parte más alta se colocó un gran espejo metálico para que su luz no se confundiera con las estrellas. Durante el día reflejaba la luz del sol, y por la noche proyectaba la del fuego a una distancia de hasta cincuenta kilómetros.

Un terremoto lo derribó en el siglo XIV, y ochocientos años después de su construcción, el califa Al Walid pasó a la historia tanto por su codicia como por su ingenuidad, al hacer derribar los restos del faro con la esperanza de encontrar bajo sus cimientos un inmenso tesoro escondido.

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Vocabulario.

ü bruñida (del part. de bruñir), reluciente

ü columbrar (del lat. collumināre), divisar, ver desde lejos algo, sin distinguirlo bien.

ü deliquio (del lat. deliquĭum), éxtasis, arrobamiento

ü vindicatorioria (del lat. vindicāre), que sirve para vengar, defender, recuperar lo que le pertenece a alguien.

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